No todos los héroes llevan armas, pues es más heroico y correcto salvar una vida que acabar con ella. O al menos ese es el principio del joven Desmond Doss (Andrew Garfield), un cristiano creyente de la iglesia Adventista del Séptimo Día, que decidió alistarse en el ejército durante la Segunda Guerra Mundial después de que los japoneses atacaran Pearl Harbor. 

La infancia de Doss no fue sencilla, pues su padre (Hugo Weaving) quien fuera héroe de la Primera Guerra Mundial, maltrataba a su madre (Rachel Griffiths). Ya entrado en la adolescencia, conoció a una joven enfermera (Teresa Palmer) de quien se enamoró perdidamente al instante. Sin embargo, el amor no impidió que se alistara en el ejército cuando USA decide finalmente participar en la Guerra; siendo su principal intención asistir a las batallas como médico, para salvar vidas. 

En el campo de entrenamiento las cosas comenzaron a ponerse duras para Doss, pues sus superiores y sus compañeros de batallón le hacían la vida imposible, ya que este se negaba a tocar un arma. Aunque varias veces intentaron botarlo del ejército y obligarlo a admitir demencia, Doss siguió firme en su posición hasta completar el entrenamiento y participar en la batalla de Okinawa. 

Lo verdaderamente increíble de esta historia comienza aquí. Pues luego de que se retirara el ejército estadounidense de la batalla, Doss se quedó solo en el campo para sacar a todos los compañeros que pudo, logrando así salvar a unas 75 personas (incluyendo incluso a soldados japoneses), poniendo en riesgo su propia vida.  

Debo admitir que como buena película de Mel Gibson, hay unas cuantas escenas crudas que pueden ser difíciles de asimilar para algunas personas (sobre todo en los momentos post-batalla). Personalmente, a mi me gustó bastante la estética que usó Mel, porque seamos honestos, la guerra no es bonita. 

Me pareció que la historia por sí sola es excelente. Y aunque el guión no tiene ninguna frase 100% memorable, creo que hace bien su trabajo. 

Lo que más destacaría de esta película son las actuaciones. Andrew Garfield nos hace olvidarnos por completo del adolescente simpático que encarnó en Spider-Man y logra llevarnos mucho más allá de lo que pensamos que alguna vez lograría interpretar. Por otra parte, me encantó ver a Vince Vaughn como el Sargento Howell, ya que es un papel muy distinto a lo que suele hacer (finalmente salió de la zona de confort de las películas de comedia).

En definitiva, Hasta el último hombre, es un filme que vale la pena ver pues demuestra no ser la típica película bélica. Además, cuenta con 6 muy merecidas nominaciones al Oscar 2017, incluyendo la categoría de Mejor Película.