La primera parte de la película se encarga de desarrollar la juventud de Moana, su responsabilidad como hija del jefe de la isla y su convivencia con el resto del pueblo, cuya regla más sagrada es no atravesar el arrecife que desemboca en el inclemente mar. 

La película es un bello espectáculo visual de principio a fin. Es normal que Disney, año tras año, logre superar sus técnicas de animación. La increíble animación del agua, en contraste con el paisaje tropical y las muy sutiles alusiones culturales polinesias hacen que valga la pena ver Moana. 

Algo que llamó mi atención del primer acto de la película, es que presentan el arte del tatuaje como algo natural dentro de la cultura de los personajes, algo definitivamente novedoso en una película animada familiar. 

Sin embargo, no todo es positivo. Mi primer problema con la película es la música, compuesta por Lin-Manuel Miranda, Mark Mancina y Opetaia Foa'i; de la cual esperaba algo más tradicional, con mayor instrumentación "tribal" (por llamarlo de alguna manera). En cambio, el film nos ofrece diversas canciones pop que prácticamente destruyen la estética que se viene presentando, algo que por lo menos no pasó en Lilo y Stitch. Por supuesto, algunas escenas fueron musicalizadas a la perfección, en especial en una escena de persecución acuática que sí logra capturar la esencia de lo que ocurre en pantalla.

Moana, no es más que otra princesa "elegida", que toma la decisión de hacer lo correcto. Por supuesto, su personaje tiene mucho sentido y está bien desarrollado, con motivaciones claras, pero no presenta algo nuevo. Es como si los guionistas, así como los compositores musicales del film, se hubieran ido por lo seguro.

Por otra parte, Maui no aparece sino pasado algo de tiempo de película. Su personaje se presenta como un ególatra, egoísta y arrogante semidiós al cual, en un principio, no le importa la misión de la protagonista. Obviamente, a medida que avanza la aventura, irá madurando y dando los esperados giros necesarios para darle ímpetu a la trama. 

Heihei (Alan Tudyk) es el descerebrado gallo que acompaña a Moana y Maui en su travesía marina, trayendo risas al público, como era de esperarse. Así mismo, el cerdito Pua, que lamentablemente no cuenta con tanto tiempo en pantalla, llenó de suspiros la sala por sus gestos y travesuras llenas de ternura.

Para finalizar, Moana es una buena película para ver en familia. Si te gusta la animación y los musicales, probablemente la vas a disfrutar. Desgraciadamente, Disney Animation no asumió demasiados riesgos esta vez y prefirió irse por la fórmula del blockbuster que probablemente será exitoso en taquilla.